Aclaro mi garganta para hacer notar que quiero que me mire, amablemente y con mis mejores palabras la saludo, grande fue la sorpresa al recibir la misma respuesta tan amablemente con su tranquila y temblorosa sonrisa, su melodiosa voz me recordaba una antigua serie que veía de mas niño, la personaje tenia una voz tan hermosa, simplemente perfecta y ahora la vuelvo a escuchar de la boca de alguien real, fantástica y preciosa. Le pregunto si puedo sentarme junto a ella, me hace un sutil ademán mientras me dice que si.
Como si por años nos conociéramos y viejos amigos de infancia fuéramos, charlamos tan amenamente mientras yo la miraba a los ojos cuando hablaba. Le pregunto sobre el libro que traía, me relata tan vivamente que ese es su libro favorito sobre personajes e historias que sinceramente no entendía, sus labios tan gráciles al hablar me distraían a cada momento. El tiempo se hacia nada junto a ella, terminamos tan cerca el uno del otro, yo la abrazaba cálidamente y la mantenía entre mis brazos, siento nuevamente aquellos granos de café tostado que me examinaban, le devuelvo la mirada y fue en ese momento culmine donde la sensación se hizo materia, sus labios susurraban bésame, el viento dulcemente soplaba nuestros cabellos, palpitaban nuestros corazones al ritmo de las nubes que se despedían en la noche. Ese beso fue tan largo como sus cabellos, infinitos en el firmamento, mis ojos cerrados soñaban con los suyos, cada segundo incontable y eterno, pero al mismo tiempo tan corto como la vida.
El sol se perdía y las nubes se oscurecían, el violeta intenso grabado en mi memoria como el sabor de su boca. Llegó el momento de despedirnos, tomo su mano y la acaricio alargando el momento, me sonríe dulcemente y me besa en la mejilla, me regala su libro de historias. Me encarga que lo cuide y se lo de la próxima ves que la vea en el mismo lugar. Su silueta se perdía en aquel horizonte de arboles y nubes, y yo miraba perdido en el momento a ese amor tan fugaz. En un agitado salto despierto de mis fantasías, ya era tarde, casi oscurecía por completo y yo acostado en el frío césped con el viento congelando mis mejillas. Miro en busca de ella, ni si quiera sabia su nombre, pero quería saber si aun estaba ahí, busco desesperadamente el arbusto donde hablamos largamente, ni si quiera el mínimo rastro de ese manojo de plantas. ¿Fue todo un sueño?, esto no podía ser real, aquella interminable mirada nunca existió.
Me paro triste y comienzo a caminar a mi casa, el frío acechaba y mis manos se congelaban, busco abrigarlas en mis bolsillos, cuando el solido tacto me paralizó, el libro estaba en ahora en mis manos esperando a ser leído y devuelto.
Como si por años nos conociéramos y viejos amigos de infancia fuéramos, charlamos tan amenamente mientras yo la miraba a los ojos cuando hablaba. Le pregunto sobre el libro que traía, me relata tan vivamente que ese es su libro favorito sobre personajes e historias que sinceramente no entendía, sus labios tan gráciles al hablar me distraían a cada momento. El tiempo se hacia nada junto a ella, terminamos tan cerca el uno del otro, yo la abrazaba cálidamente y la mantenía entre mis brazos, siento nuevamente aquellos granos de café tostado que me examinaban, le devuelvo la mirada y fue en ese momento culmine donde la sensación se hizo materia, sus labios susurraban bésame, el viento dulcemente soplaba nuestros cabellos, palpitaban nuestros corazones al ritmo de las nubes que se despedían en la noche. Ese beso fue tan largo como sus cabellos, infinitos en el firmamento, mis ojos cerrados soñaban con los suyos, cada segundo incontable y eterno, pero al mismo tiempo tan corto como la vida.
El sol se perdía y las nubes se oscurecían, el violeta intenso grabado en mi memoria como el sabor de su boca. Llegó el momento de despedirnos, tomo su mano y la acaricio alargando el momento, me sonríe dulcemente y me besa en la mejilla, me regala su libro de historias. Me encarga que lo cuide y se lo de la próxima ves que la vea en el mismo lugar. Su silueta se perdía en aquel horizonte de arboles y nubes, y yo miraba perdido en el momento a ese amor tan fugaz. En un agitado salto despierto de mis fantasías, ya era tarde, casi oscurecía por completo y yo acostado en el frío césped con el viento congelando mis mejillas. Miro en busca de ella, ni si quiera sabia su nombre, pero quería saber si aun estaba ahí, busco desesperadamente el arbusto donde hablamos largamente, ni si quiera el mínimo rastro de ese manojo de plantas. ¿Fue todo un sueño?, esto no podía ser real, aquella interminable mirada nunca existió.
Me paro triste y comienzo a caminar a mi casa, el frío acechaba y mis manos se congelaban, busco abrigarlas en mis bolsillos, cuando el solido tacto me paralizó, el libro estaba en ahora en mis manos esperando a ser leído y devuelto.
woow sin duda te luciste!! amo todas tus historias :)sigue así
ResponderEliminaratte.carla
Muchas gracias ;)
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